En el cielo el fuego y el calor. En la tierra el frío que grita en silencio.
El eterno imposible, la mentira de las mentiras, como una religión que alaba la tortura de no poder volar.
Desde el valle que otrora unió nuestra inmensidad, el horizonte fue reemplazado por miles de nubes de fuego. El viento cálido que nuestras mejillas pueden sentir es un dejo de esperanza, un susurro de que aún algo puede hacerse para unir los continentes y devolver su color a nuestro hogar.
Que este infierno helado fallezca, vuela conmigo en este cielo ardiente, vuela conmigo por siempre y que nuestras alas bajen el fuego al mundo. Como el beso de la serpiente en el comienzo del todo, como el beso de Judas en la traición, que este calor bese las almas seducidas por el paraíso perdido.
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