4 ago 2015

La Hechicera de las Lagrimas.

Cuantos sueños y experiencias uno cree perder por la soledad, y creer porque se pierde al pensar en ello y encerrarse en el abismo mas profundo y oscuro de nuestra alma.

Eso veo diariamente en cada mirada perdida, en cada suspiro de un tiempo que corre en otra frecuencia. En aquel que ve a los demás correr tras algo que no puede ver. En cada palabra que se intenta comprender y solo es bullicio de botas y zapatos besando el suelo. Y eso que veo ahora es lo que siempre sentí hasta hace muy poco.

Mi nombre no importa, solo la historia de como conocí a quien llamo la hechicera de las lagrimas. Cuando decidí tomar el desafío de la independencia todo fue grato hasta que la rutina me invadió por completo y mis días se volvieron mas grises, era la soledad. Una noche despejada de invierno, caminando por la plaza de la ciudad, contemplando las estrellas, me tope con una chica haciendo lo mismo que yo, pero no veía en su rostro ninguna mueca de tristeza ni melancolía. Según ella me estaba esperando, aun no lo creo, me preguntaba todo como si no me conociera. Entablamos una relación bastante particular aunque siempre era yo contándole mis problemas lo que no los quitaba porque sabia que estaba haciéndole mal pero por alguna razón a ella le agradaba, como si la hiciese sentir viva. Cada noche despejada nos encontrábamos en el mismo lugar a la misma hora, con un café o un té en nuestras manos para hablar de lo que sea. Primero era media hora. Luego una. Y luego lo que sea. Sin darme cuenta me abrí a ella como nunca antes con alguien y cada vez que volvía a mi casa todo ese sentimiento caía sobre mis hombros en un llanto. Acercándome mas hacia el día de hoy, ese llanto no lo podía controlar frente a ella, la vergüenza siempre fue inmensa pero su reacción mas que una sorpresa... Buscaba quitar mis manos de mi cara y con una sonrisa comenzaba a llover, sin importar cuan despejado estuviese el cielo, las nubes nos invadían y las gotas se posaban en nosotros, según ella, para lavar las lagrimas.

Esto se repitió varias veces más salvo una vez donde mi dolor era por ella. Mis sentimientos me traicionaron y mi corazón sintió un fuego que nunca había sentido, ella lo percibió y busco que me abriera otra vez. Mi corazón se aceleró tanto que nuevamente las lagrimas comenzaron a posarse sobre mis mejillas y casi con resignación le pedí que vuelva a hacer la lluvia. Pero esta vez se negó y me sentí tan mal que me di cuenta de la dependencia que se había generado en mi por la hechicera de las lagrimas. Por primera vez en mi vida tuve miedo de perder algo que era tanto para mi, pero de un momento a otro ella me abrazo fuerte y, tras decir que hoy no necesitaba la lluvia, acerco sus labios a los míos. Su calor relajo mi cuerpo y su perfume me traslado allá donde están las estrellas que tanto contemplamos. Nos fundimos en un beso. Esa noche no sentí la lluvia, pero si un rayo que atravesó toda mi alma... Sin dudas era mi hechicera.

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